15M, la «casta», las autonomías… ¿Qué nos pasa, doctor?

Hoy no va de Derecho la cosa, ni probablemente despierte muchas simpatías.

En estos días en los que todos tenemos un presidente dentro, y cada hijo de vecino puede aprovechar las redes sociales para exponer su particular análisis de nuestras miserias, parecen estar de la mayor actualidad las ideas expuestas en «España Invertebrada» hace más de 90 años.

Ortega nos habla (ojo, en 1921) de «la unanimidad con la que todas las clases españolas ostentan su repugnancia hacia los políticos«, nos dice que para muchos el nacionalismo  es un movimiento artificial que empieza hace sólo unos años, nos describe a los grupos que ejercitan la acción directa y desprecian el Parlamento… ¿Les suena? Yo lo veo ?calcao» a lo de ahora, oiga.

Raídos ya términos como «la crisis», «la casta», «las autonomías» u otros clichés, parece que todas estas circunstancias son anecdóticas y sin gravedad comparadas con el origen de nuestros males. Las preguntas son:

  1. ¿Esto es nuevo o viene de antiguo?
  2. ¿Cuál es el problema?
  3. ¿Tiene arreglo?

1. Siempre así (como dice la canción). La primera pregunta parece la más sencilla de responder. España ha estado siempre en una situación similar, a excepción de un «siglo estirado» entre 1480 y 1600 y algunos paréntesis en los que ha habido un proyecto común (Cortes de Cádiz, Transición democrática,…) Pero no nos engañemos, basta mirar cualquier época y encontraremos los mismos males que ahora sufrimos.

2. ¿Qué nos pasa, doctor? La razón parece ser doble: Por un lado el denominado Particularismo, que lleva a la acción directa, y por otro la ausencia de los mejores unida a una masa que no se deja dirigir. Veamos.

a) El Particularismo, como se recordará, consiste en la ilusión que tiene un grupo (ya sea político, profesional, social…) de que para alcanzar sus objetivos se basta por sí mismo sin necesidad de los demás: Los nacionalistas de cualquier región piensan que pueden funcionar solos, el 15M se cree más legitimado que el Congreso y pretende organizar el país, S. Gordillo y compañía «expropian» a diestro y siniestro, etc,…

Pueden parecer fenómenos dispares que poco tienen que ver, pero en rigor son distintas manifestaciones de lo mismo y creen que no necesitan a los demás para conseguir aquello que pretenden.

Coinciden en rechazar con fuerza al Parlamento porque representa, más que ninguna otra institución, la obligación de llegar a un acuerdo con los demás. Por tanto, optan por la acción directa: los nacionalistas desobedeciendo la Ley sobre la educación en español, el 15M manifestándose ante las Cortes, S. Gordillo robando un supermercado…

La excusa para acosar al Parlamento puede ser la miseria de nuestra clase política, pero ¿Por qué un electorado tan maravilloso continúa eligiendo una y otra vez a tan deleznable casta de sinvergüenzas? ¿No será que en todas partes cuecen habas? ¿No será que no hay grupo social que se libre de las dudosas virtudes que les atribuímos a los políticos?

b) Si destacas, date por defenestrado. Es propio de España que la masa, ante el ejemplo de individuos modélicos y excepcionales, no sólo no los imita, sino que a menudo tiende a aniquilarlos.

Ocurre también, en parte por lo anterior, que no hay muchos de estos personajes que merezca la pena seguir.

Con lo cual encontramos los destinos de una comunidad de propietarios, un sindicato o un país, dirigidos por personas vulgares, sin las capacidades necesarias para tales empresas.

Bastaría por sí sola la indocilidad de la masa, o la ausencia de los mejores para la decadencia de una sociedad. En nuestro caso se da una increíble combinación de ambas, con resultados fatídicos.

Pensemos en cualquier conversación, sea en el más elitista club de golf, en Facebook, o en una reunión de padres de alumnos. Si en ella  destaca una persona por su inteligencia, acaba por no saber dónde meterse, como avergonzada de sí misma. Se lo comen.

En consecuencia, la cosa se embrutece paulatinamente hasta que no hay más espacio de conversación que el fútbol, ni más modelo que el pobre Iniesta.

Pero ¿tiene arreglo? Pues lo tiene, pero mucho habrían de cambiar las cosas. Si lo que hace falta es un proyecto común, humildad, aceptar la necesidad que tenemos de los demás, aprender e imitar la excelencia… ¿No es lo contrario de lo que ocurre en España?

Lo más probable es que la decadencia de una masa soberbia que se imagina autosuficiente, no sea corregible por una élite verdadera (inexistente hoy) a la que se le cortaría la cabeza en cuanto asomase, y por tanto se llegue al desastre total. Puede que sólo entonces, vapuleada por la realidad, la masa empiece a escuchar a quién más sabe y a seguir su ejemplo, sólo entonces se aceptará que uno no llega a ningún objetivo de provecho sin ayuda de los demás.

Durante el «siglo estirado», al que arriba hemos hecho referencia, hubo un proyecto común, esto siempre es la clave del éxito. Castilla, que estuvo lidiando con el Islam durante siglos, era consciente de que nos unían más cosas entre los reinos cristianos de las que nos separaban, y lideró un proyecto integrador, que además triunfó por pegar primero. Mientras franceses o ingleses todavía no disfrutaban de una nación como tal, la mera unidad de las Españas le otorgaba una ventaja radical frente a los demás.

Es precisamente lo contrario de lo que nos ocurre ahora, al otro extremo de la comba de la historia, cuando todo es desintegración y ausencia de proyecto común.

Agárrense y prepárense para grandes cambios. Están aquí, a la vuelta de la esquina.

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